Durante años, nadie sospechó que algo oscuro se gestaba en aquella casa del norte de Honduras. Katherine Yulibeth Romero Soto, de 28 años, era vista por los vecinos como una mujer reservada, educada y de apariencia impecable. Vivía junto a su pareja y los hijos de él, quienes, ante los ojos del barrio, parecían disfrutar de una vida familiar normal. Sin embargo, bajo ese mismo techo se escondía una historia de miedo, silencio y manipulación que hoy mantiene conmocionado a todo un país.

La historia no solo revela el horror que vivieron las víctimas. También expone cómo se construyó una relación de poder, cómo fue descubierta y cómo la sociedad —en lugar de empatizar— respondió con comentarios que evidencian un profundo problema cultural.

mensajes telefónicos y peritajes

La acusación se basa en vaciados telefónicos realizados a varios dispositivos móviles, en los que se habrían encontrado mensajes comprometedores que vincularían directamente a Katherine Yulibeth Romero Soto con los hechos.

“Entre los elementos hay vaciados telefónicos donde se supone hay conversaciones y mensajes comprometedores, además del dictamen psicológico y médico forense que establece los hechos que vinculan a la imputada”, declaró Elvis Guzmán, portavoz del MP.

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Estos hallazgos fueron reforzados con declaraciones de los menores recibidas en cámara Gesell, un espacio especializado para proteger a víctimas de abuso infantil durante sus testimonios.

El inicio: insinuaciones disfrazadas de juegos

Según los testimonios recogidos por la Fiscalía, los abusos comenzaron de forma paulatina, cuando los menores tenían apenas 11 y 13 años. Primero fueron bromas, acercamientos sutiles, caricias ambiguas. Luego, besos “de juego” que se transformaron en tocamientos y encuentros forzados.

Katherine supo ganarse su confianza. Les regalaba ropa, les permitía quedarse despiertos hasta tarde, les hablaba “como una amiga” y poco a poco les hizo creer que lo que ocurría era “un secreto entre ellos”. “Ella decía que si hablábamos, papá no nos iba a creer”, declaró uno de los adolescentes en cámara Gesell.

Un patrón que se extendió por seis años

Según el expediente fiscal, el primer abuso habría ocurrido cuando el niño tenía apenas 8 años. A partir de entonces, durante los fines de semana y periodos en que él y su hermana —hoy de 10 años— quedaban bajo el cuidado de la acusada, los hechos se habrían repetido.

El Ministerio Público sostiene que no se trató de un incidente aislado, sino de una conducta sistemática y prolongada en el tiempo. “Los abusos se habrían extendido a lo largo de seis años”, señala el informe preliminar.

El modus operandi: fines de semana sin supervisión

El padre trabajaba fuera de casa los sábados y domingos, lo que dejaba a los niños bajo total cuidado de la madrastra. Según las investigaciones, fue en esos lapsos de soledad cuando ocurrían los abusos.

“La acusada utilizaba la confianza y la cercanía afectiva para seducir y dominar psicológicamente a sus víctimas”, explicaron fuentes del Ministerio Público. “No fue un hecho aislado, fue un patrón repetido a lo largo de varios años”.

Katherine Yulibeth Romero Soto PRUEBAS VIDEO ABUSO

El silencio que duró demasiado

Por miedo, culpa y confusión, los hermanos guardaron silencio. Ninguno hablaba con el otro sobre lo que pasaba, hasta que uno de ellos decidió contárselo a un consejero escolar. Tenía miedo, pero también rabia. “No podía seguir viviendo con eso”, declaró.

Fue entonces cuando el colegio activó el protocolo de protección infantil y notificó a las autoridades. El caso llegó a manos de la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC), que abrió una investigación discreta pero exhaustiva.

La investigación y las pruebas

Durante semanas, agentes infiltrados siguieron los movimientos de Katherine. Lo que encontraron en su teléfono fue contundente: mensajes, insinuaciones, audios y conversaciones con los menores. Además, las declaraciones anticipadas de los hermanos —respaldadas con peritajes psicológicos— confirmaron el patrón de abuso.

“Este no es un caso basado en rumores. Es un caso con pruebas sólidas y un daño emocional real”, afirmó una psicóloga forense que acompañó a los menores.

La captura que sorprendió a todos

El 26 de mayo de 2025, agentes de la ATIC detuvieron a Katherine en un centro comercial de San Pedro Sula. Vestía con naturalidad, como si nada pasara. Su rostro sereno contrastaba con la gravedad de las acusaciones.

Su pareja —el padre de los menores— no salía del shock. Según versiones de allegados, nunca sospechó nada. “Me destruyó la vida y la de mis hijos. Yo confiaba en ella”, habría declarado en su primera intervención ante las autoridades.

La ola de reacciones en redes

Cuando la noticia se hizo pública, miles de comentarios inundaron redes sociales. Lo más preocupante: una gran parte trivializó la gravedad del caso.
Frases como “ojalá me pase a mí”, “qué suerte tienen algunos” o “quiero que sea mi madrastra” reflejaron un problema estructural: la minimización del abuso cuando la agresora es mujer.

“Qué asco leer a tanto ignorante. Son niños, no ‘suertudos’”, escribió una usuaria indignada. Otros pidieron que las autoridades investigaran a quienes hacen apología de la violencia en los comentarios.

El camino hacia el juicio

Katherine Yulibeth Romero Soto está en prisión preventiva mientras espera su juicio oral y público, programado para los días 2 y 3 de marzo de 2026. Enfrenta cargos por violación continuada y agresiones sexuales calificadas, delitos que en Honduras pueden conllevar penas de más de 20 años de cárcel.

Su defensa ha negado los hechos y asegura que “las acusaciones son exageradas”, pero las pruebas reunidas por la Fiscalía son consideradas sólidas.

La voz de los afectados

Uno de los adolescentes rompió el silencio ante la prensa local, a través de una declaración anónima:

“La gente dice cosas horribles en internet, como si esto fuera un chiste. Yo viví con miedo. Ella era mi madrastra. No era amor, no era suerte. Fue abuso.”

Hoy, los hermanos reciben tratamiento psicológico y viven bajo protección familiar.

Un caso que deja al descubierto un problema cultural

Más allá de la condena individual, este caso ha evidenciado la doble moral y el sesgo de género con que se perciben los abusos sexuales. Cuando la agresora es una mujer, parte de la sociedad responde con burla o fantasía. Pero para las víctimas, el dolor es igual de profundo.

“El abuso no es menos abuso porque ella sea mujer o porque sea atractiva”, explicó una psicóloga experta en trauma infantil. “El daño psicológico en estos casos puede durar toda la vida si no se trata adecuadamente”.

Tras las rejas en Támara

Katherine Yulibeth Romero Soto se encuentra recluida en la cárcel de mujeres en Támara, tras ser detenida el fin de semana previo a la audiencia de imputación. Llegó a los juzgados esposada de pies y manos para enfrentar la audiencia inicial, realizada en San Pedro Sula.

La sesión debía llevarse a cabo en el Centro Integrado de Justicia Penal (Cein), pero fue trasladada a los juzgados sampedranos debido a un corte de energía eléctrica. En la audiencia participaron abogados, fiscales y la madre de los menores.

Audiencia suspendida y expectativa por la resolución

Por la tarde, el juez decidió suspender la audiencia y reprogramarla para el jueves 29 de mayo a las 3:30 p. m., momento en que se emitirá la resolución judicial. Las posibilidades son dos:

  • Auto de formal procesamiento → que mantendría a Romero Soto en prisión preventiva mientras continúa el proceso.

  • Sobreseimiento → que implicaría su liberación inmediata si el juez considera que no hay suficientes elementos probatorios.

La voz oficial del Ministerio Público

“El Ministerio Público presentó en la audiencia inicial los elementos que supuestamente vinculan a la sospechosa a los delitos que se le imputan”, explicó Elvis Guzmán. “Este es un caso complejo y delicado, con víctimas menores de edad, por lo que se está manejando con estricto cuidado procesal”.