Ruby y yo nos casamos hace poco después de haber estado saliendo durante unos meses. Esos meses fueron para demostrar nuestra inocencia en lo que respecta a hacer el amor, cuestiones sexuales y detalles relacionados con cómo nos excitábamos mutuamente.

Me di cuenta de que Ruby tenía mucha experiencia en cuestiones sexuales. Nunca mencionó haber tenido una penetración real. Lo dejé de lado y asumí que era virgen. Lo más cerca que estuvo de revelarme el juego fue unos días antes de que nos casáramos. Estábamos en un abrazo apasionado y froté su «punto caliente» debajo de sus bragas. Al instante comenzó a acariciar mi pene erecto, soltando mi cremallera y exponiendo mi pene desnudo.

Continuamos por un rato y ella dijo: «¡Hazme tuya AHORA!»

Me detuve inmediatamente y dije: “Mañana nos iremos a la cama; entonces podremos disfrutar”.

Al día siguiente nos casamos y por fin íbamos a romper el hielo. Por la noche, la historia era distinta. Además de vernos desnudos, esa sería la noche en la que podríamos hacer lo que quisiéramos.

Como era una mujer apasionada, hicimos el amor con mucha intensidad. Ruby solo quería que yo le introdujera mi pene en la vagina.

Estaba duro como una piedra y todo lo demás quedó olvidado, ya que el sexo era para nosotros (al menos para mí) al insertar mi erección en su vagina. Estaba húmedo y mi líquido preseminal hizo una gran diferencia cuando lo introduje suave y lentamente. Ella respondió con cierto nivel de experiencia.

Lo hicimos con mucho placer y pude sentir el calor que crecía en ella mientras su cuerpo comenzaba a temblar. Al mismo tiempo, exploté y liberé una carga de semen en su interior, ¡y vaya! Fue una sensación de satisfacción tal que me desmayé durante unos minutos.

Cuando finalmente nos desenredamos, ella quería más. Pasó una hora antes de que sintiera que mi pene se levantaba de nuevo. Hasta entonces, ella seguía recordándome: «Puedes hacer lo que quieras conmigo».

Sin pensarlo más, nos entregamos a sexo tras sexo. Pasamos toda la noche haciendo el amor y teniendo sexo puro y limpio.

A partir de entonces, los días y las noches siguientes, solo había sexo, sexo y más sexo. Mi confianza aumentó y su actividad parecía querer algo más que sexo. Así que empezó a introducir cosas que para mí eran tabú en ese momento, pero que reflejaban su naturaleza íntima y desenfrenada. Esto dio lugar a diferentes experimentos entre nosotros que, con el tiempo, hicieron que nuestra vida sexual floreciera.