Relatos eróticos peruanos | Kinesiólogas Perú: Hacia el año 2013, estaba trabajando en una ciudad del interior del norte peruano cuando, por cuestiones del destino, fui transferido a otra ciudad dentro de la misma región para la empresa en la que laboraba. Mi área de trabajo requería la entrega y recogida de documentos en diversas instituciones o empresas. Esa tarea estaba a cargo de una compañera, pero debido a los horarios complicados y la carga de trabajo, se le hacía difícil gestionarlo, por lo que solía pedir ayuda externa, ofreciendo una propina a quienes la apoyaban.

Un día llegó una señora de alrededor de treinta y tantos años, de piel trigueña, aproximadamente 1.55 metros de altura, cabello negro y algo robusta. Sin embargo, lo que más resaltaba en ella era su notable figura. Mi compañera me la presentó diciendo que la señora S iba a ayudar con esos asuntos. Cabe destacar que en ningún momento tuve la intención de involucrarme con ella, ya que me parecía una persona seria y, además, supe que estaba casada porque en un par de ocasiones la vi junto a su esposo.

Con el paso de los días, una amiga de ella que solía visitar la oficina ocasionalmente, con quien ya había establecido cierta confianza, me comentó que era el cumpleaños de la protagonista de esta historia. Me dijo que lamentablemente no había celebración debido a motivos económicos y, sin dudarlo, me lanzó la sugerencia: «Invítale algo, no seas tacaño». A lo que yo respondí, “¿Y por qué debería hacerlo si ella no trabaja directamente para mí, sino para mi compañera?”. Ella insistió diciendo: «Pero tú eres el responsable del área». Pensé que estando en una ciudad donde apenas conocía a la gente, era mejor ser amable para evitar quedar mal.

Así que acepté y propuse salir a cenar y brindar esa noche. La amiga, muy animada, dijo que llamaría de inmediato a la señora para confirmar, ya que había sido idea suya sugerir la invitación. No le vi nada raro a la situación y accedí.

Por la noche nos encontramos en un lugar céntrico de la ciudad. Aunque ya llevaba varios meses viviendo allí, no conocía muchos lugares adecuados para la ocasión, así que dejé que ellas eligieran. La cena transcurrió de manera tranquila; ellas escogieron la comida y las bebidas. Todo fue bastante ameno entre la señora, su amiga y yo. Charlamos sobre nuestras vidas, y no hubo excesos de alcohol ni nada extraño. Lo único que noté fue una cierta timidez en la mirada de la señora hacia mí, pero no le di importancia.

Al final de la noche, acordamos dejar primero a la amiga, luego a ella y, finalmente, yo regresaría a mi alojamiento. Después de dejar a la amiga, ya en la mototaxi solos, le pregunté a la señora por qué notaba cierta incomodidad en su mirada. Me respondió que era porque aún no me tenía confianza. Decidimos tutearnos para romper esa barrera, y me agradeció por la velada agradable.

Cuando llegamos a su casa, me despedí con la intención de darle un beso en la mejilla, pero para mi sorpresa, la señora me plantó un beso en la boca de manera inesperada. Antes de que pudiera reaccionar o decir algo, se bajó rápidamente de la mototaxi y se fue corriendo a su casa, dejándome sin opción a despedirme correctamente. ¡No me dio tiempo ni de decir adiós!

(Continuará…) Relatos eróticos peruanos.